La reprimenda de la oreja es una antigua creencia

por Alberto Borghini

Originalmente publicado en L’eco Apuano VIII, 2, 1997

Hasta hace unos años, era común presenciar en nuestra Massa (Massa Carrara) escenas en las que un adulto, como un maestro de escuela, tomaba la oreja de un niño (un estudiante de primaria) ya sea por alguna travesura o porque el niño no recordaba o no sabía repetir la lección que se le había enseñado o asignado como tarea.

El acto de “tirar de la oreja” consistía en agarrar la parte inferior de la oreja del desafortunado niño y jalarla hacia sí mientras se le amonestaba a que no cometiera más travesuras o a que recordara lo que el niño afirmaba no recordar. Por lo general, este gesto iba acompañado de la frase “Así te lo recordarás”, pronunciada por el adulto (el maestro) mientras realizaba el gesto en cuestión. En resumen, era un gesto que a la vez era un castigo y una advertencia.

Además, la “reprimenda de la oreja” es una transposición proverbial de tal uso: indica una especie de castigo destinado a advertir, a llamar al orden o a hacer recordar la forma correcta de comportarse. En la misma línea de pensamiento, parece encajar la costumbre de jalar ligeramente el lóbulo de la oreja de alguien el día de su cumpleaños, tantas veces como años cumple en ese día. Presumiblemente, la idea detrás de esto es que al jalar el lóbulo de la oreja se le recuerdan al festejado sus años. Mientras se jala el lóbulo de la oreja, se recita la serie de años; cada movimiento gestual corresponde a un año y lo fija en la memoria.

En relación con estos u otros usos similares, podemos situar una antigua creencia de que la parte inferior de la oreja es el lugar de la memoria.

Esto es lo que Plinio el Viejo afirma en un pasaje de su Historia Natural (XI 251), con una observación breve y un poco brusca, según su estilo característico: Est in aure ima memoriae locus, quem tangentes antestamur (Hay en la parte inferior del oído un lugar de la memoria, al que tocamos cuando hacemos un juramento).

En el pasaje de Plinio se establece explícitamente la conexión entre esta creencia y la antigua práctica de tocar la oreja de alguien a quien se quería llamar como testigo.

Un ejemplo famoso es el cierre de una sátira de Horacio (Sat. 19, 74-78): Casu venit obvius illi/ adversarius et ‘quo tu turpissime?’ magna/ inclamat voce, et ‘licet antestari?’ Ego vero/ oppono auricolam. Rapit in ius: clamor utrimque,/ undique concursus. Sic me servavit Apollo (Por casualidad, un adversario se cruza en su camino y, en voz alta, grita: “¿Dónde te has escondido, tú, el más vil de todos?” Y añade: “¿Puedo convocarte como testigo?” Yo, por mi parte, le ofrezco mi oreja. Lo lleva a juicio: el grito resuena por todas partes. Así me protege Apolo).

El testigo, a quien se le tocaba la oreja mientras se le pedía que testificara, debía, en esencia, “recordar”. Esta hipótesis conecta el valor jurídico-institucional del gesto (convocar como testigo) con otras referencias antiguas.

El mismo gesto se utiliza con un propósito similar en un pasaje de la Apocolokyntosis de Séneca. En este caso, Hércules se acerca al dios Júpiter y le toca la oreja para recordarle los favores que el emperador Claudio le había otorgado en vida (Apocol. 9, 4): Ad hunc (Diespiter cioè) belle accessit Hercules et auriculam illi tetigit (Hércules se acercó a él, a Júpiter, y le tocó la oreja).

En un pasaje de las Églogas de Virgilio, el dios Apolo jala la oreja del poeta-pastor Tityro, quien se dispone a cantar sobre reyes y batallas, y le advierte que se dedique a la poesía sencilla de la vida rural. Estos versos abren la sexta égloga y funcionan como prólogo (vv. 1-5): Prima Syracosio dignata est ludere versu / nostra neque erubuit silvas habitare Thalea. / Cum canerem reges et proelia, Cynthius aurem / vellit et admonuit: “Pastorem, Tityre, pinguis / pascere oportet ovis, deductum dicere carmen” (Por primera vez, una musa de Siracusa se dignó a jugar con versos míos y la joven Thalea no se avergonzó de vivir en los bosques. Cuando yo cantaba sobre reyes y batallas, Apolo me jala la oreja y me advierte: “Pastor Tityro, debes cuidar tus gordas ovejas y cantar poesía sencilla”).

En conclusión, este breve repaso nos lleva a un pasaje de los Secreti secretorum atribuidos a Aristóteles en la versión latina de Filippo di Tripoli (Script. physiogn, ed. Foerster II 208, 1-6): Et qui habet auriculas magnas valde, est fatuus, sed erit bonae retentionis et memoriae (Y aquel que tiene orejas muy grandes es un tonto, pero tendrá una buena retentiva y memoria).

La función del gesto de “tirar de la oreja”, incluso en lo que respecta al uso actual, podría ubicarse entre las extremidades dicotómicas mencionadas anteriormente: una especie de polaridad, de oposición, que se relaciona en la ‘ambivalencia’ – en la doble significación – de un único significante, el de las “orejas grandes”.

NOTAS

(1) Cfr. también Plaut. Pers. 747-749: Nonne antestaris? – Tuan ego causa, carnufex, / cuiquant mortali libero auris alteram, 1 qui hic commercaris civis homines liberos? (Scambio di battute tra il lenone Dordalo e il parassito Saturio). Su antestor cfr. V. Tandoi, Un passo del “Curculio” e la semantica di “antestor”, in “Studi italiani di filologica classica”, XXXIII, 1961 in part pp. 63-64.

(2) Si veda la nota di commento di C.F. Russo all’Apocolokyntosis, Firenze, La nuova ltalia 1955 (ad loc.), in cui si cita anche Lucian. Cronos, 11. Il dio Cronos è solito avvicinarsi al suo sacerdote e profeta da dietro le spalle, prendendolo per un orecchio e scuotendoglielo (“kai de proselthon opisthen kai tou otos mou labomenos kai diaseisas, hosper moi prospelazcin ciothe, Ti tauta, ephe…? etc). Forse perché la parola di guida e di orientamento del dio possano essere meglio fissate?

(3) Lipsiae, Teubneri 1893. Si confronti anche “S” and “s” (dove si parla di aures), e l’apparato critico.

(4) Si veda la nota precedente. Sulla magnitudo aurium cfr. Script. physiogn. ed. Foerster / 234, 1; II 154, 19; II 169, 4; 1 380, 7 etc.