Cuentos de Identidad Masiva por Alberto Borghini

Para cada proceso (…) nos encontramos (…) llevados a distinguir dos tipos de regiones: las regiones donde el proceso está bien definido y estructuralmente estable, y las zonas de inestabilidad o indeterminación. Así, se introducen los modelos semánticos (…). Thom, Estabilidad Estructural…, pág. 137 (del capítulo Dinámica de las Formas).

Enfoquemos nuestra atención en un relato con una estructura sintáctico-narrativa bastante simple, registrado en Forno di Massa y publicado bajo el título “Battì caído desde el altillo” (1). El área temática y folklórica a la que pertenece es, evidentemente, la de los tontos, o más específicamente, de los dos hermanos tontos que se engañan mutuamente, se engañan a sí mismos, en un juego de circularidad y un mecanismo de círculo vicioso cada vez más absurdo (en aumento). El límite de aproximación será un desorientación más o menos total, una duda extrema incluso sobre lo que llamaría la cardinalidad física de la persona (del yo): esto ocurre principalmente debido a un evento trivial del que son víctimas. Pero lo singular es precisamente el hecho de que en estas historias de tontos (y de tontos en el dual, por así decirlo), el mecanismo del círculo vicioso a menudo manifiesta su propia autonomía dinámica interna: se reproduce, a través de efectos de clímax, como una especie de ley endogenética, en relación a la cual el evento inicial se convierte en un estímulo cada vez más “lejano”. El evento inicial será, en otras palabras, un mero evento de activación que luego sigue la “autonomía” de su curso (como un curso significativo). Adoptando una perspectiva de derivación kantiana, diría que un dinamismo endogenético concebido de esta manera es trascendental para la historia narrativa y para la sucesión de significados que efectivamente pone en marcha; en otras palabras, se trata de una autonomía trascendental (2) que varía cualitativamente (geométricamente) en la ley del desarrollo endogenético de los significados a lo largo de la narración. Por lo tanto, es con un cierto tipo modal de autonomía trascendental de la ley (endogenética) del desarrollo narrativo que coincide semánticamente la función lingüístico-folklórica (culturológica) del tonto.

Dejemos de lado por ahora una perspectiva de este tipo, eminentemente teórica y demasiado general.

De todos modos, volviendo al relato de Forno, observaremos preliminarmente que nos encontramos frente a un evento accidental, como evento desencadenante de la historia, que se transforma endogenéticamente (según el tipo modal de autonomía trascendental propio del tonto como función lingüística-culturológica) en una historia de engaño inconsciente y desorientación mutua, hasta llegar al problema de la identidad/identificabilidad (en relación a uno de los dos hermanos) (3). De esta manera, se alude, al menos, a la amplia y compleja temática del doble: más precisamente, del doble falso. Es notable que el relato de Forno parece tener muchas similitudes con la primera parte de una famosa historia de Boccaccio, la de Andreuccio da Perugia (Decameron II 5). Y, sin embargo, a pesar de su aparente simplicidad casi esquelética, este relato popular parece ir más allá, si no definitivamente más allá, en lo que respecta al tema de la identi(ficabili)dad: su conclusión, un poco abrupta, es capaz de sugerirnos mecanismos que nos llevan, a través de las conexiones adecuadas con un cierto filón folklórico específico, a cuestiones bastante “profundas” de una psico-lógica elemental, relacionadas con la forma en que se estructura la identidad/identificabilidad, la “posibilidad” de emergencia del doble (del tipo de doble), la llamada intermetamorfosis, etc. (4).

Pero procedamos con orden y reproduzcamos, para comodidad del lector, el relato de Forno:

“Esta historia que les contamos ahora realmente ocurrió en nuestro pueblo hace unos cien años.

Deben saber que en aquellos tiempos casi todas las casas estaban formadas por dos o tres habitaciones, una encima de la otra, que se comunicaban entre sí con escaleras de madera. Incluso los pisos estaban hechos de tablones.

Muy pocas casas tenían un baño, y cuando lo tenían, generalmente estaba construido externamente en un pequeño balcón (el altillo). La casa de Battì también estaba más o menos construida de esa manera. Y ahora escuchen lo que le sucedió una noche a Battì, que se despertó de repente porque tenía una necesidad urgente… El joven corrió hacia el altillo, pero una de las tablas de madera que formaban el suelo se rompió; Battì cayó al suelo y quedó en medio de un campo de frijoles. Afortunadamente, no se hizo daño.

Battì, todavía medio dormido, fue a golpear la puerta de su casa. Golpea y golpea, finalmente, un hermano se despertó y, sin abrir la puerta, dijo: ‘¿Quién está golpeando a esta hora?’. ‘Soy yo, soy Battì’, respondió el otro.

Y el hermano: ‘No es cierto, no eres Battì. Battì está en su cama durmiendo’.

Y el pobre Battì continuaba repitiéndole a su hermano que le abriera, diciéndole que había caído en el campo de frijoles, pero el otro no le creía.”

Al final, Battì le dijo: “Pero vamos, si no me crees que soy Battì, ve a ver en la habitación. Si no estoy en la cama, eso significa que soy realmente Battì, pero si estoy en la cama, ¡entonces ni yo mismo sé quién soy! ¡¡!!”. (5)

Ahora, vamos a comparar de manera más sistemática la novela de Andreuccio da Perugia. La narración parece constar de episodios que están conectados entre sí, pero al mismo tiempo son bastante distinguibles, casi aislables entre sí (excepto por las conexiones de mecanismos y/o significados que sirven para enlazar las partes). La primera parte de la novela, la que nos interesa, trata, como es sabido, sobre el encuentro del joven Andreuccio, que fue a Nápoles a hacer negocios, con la hermosa siciliana que lo engaña haciéndose pasar por su hermanastra. (6)

En particular, en el contexto de la primera parte (o primer episodio), existe una secuencia que de alguna manera puede recordar la historia de “Battì caído desde el altillo”. En cualquier caso, es importante señalar que muchos aspectos del contexto situacional son completamente diferentes, por lo que las formas en que ambas historias abordan la problemática de la identidad/identificabilidad son diametralmente opuestas, o incluso no comparables. Desde este punto de vista, el esquema más “normal” es indudablemente el de la novela de Andreuccio, donde se trata de un engaño simple que el joven mercader de Perugia, una vez que es engañado, reconoce sin poner en duda la esencia de su identidad.

En este contexto, es importante destacar el “motivo analógico” que une ambas narraciones: un “motivo analógico” que se expande y se configura como una verdadera unidad de secuencia (que debería ser mejor definida). Si la unidad de secuencia “común” se realiza de manera elemental en la historia de Forno, por otro lado, su misma simplicidad narrativa puede ser nada más que la emergencia esquemática de articulaciones significativas o conexiones paradigmáticas (así como sintácticas) de cierta complejidad. A su vez, esta complejidad permanece en gran parte implícita en el nivel de una sola narración, ya que es de naturaleza “intertextual”, ya que recorre, por su naturaleza, infinitos textos.

Desde una perspectiva teórica, será apropiado comparar lo que es la “esquematización” (también geométrica-dimensional) de las realizaciones significativas efectivas, tal como se manifiestan fenomenológicamente en el discurso narrativo, con la infinita multidireccionalidad del “devenir” morfogenético (morfo-lógico) del significante, como potencialidad necesaria (credo narrativo), más allá y por debajo de las efectualidades narrativas mismas (llamado plano lógico-real). Por el contrario, en la idea de creodo (desarrollo potencial y necesario de un significante que afecta la “universalidad” semiótica en devenir (7) del lenguaje/cultura), entra la infinitud, lo infinito y lo infinitesimal al mismo tiempo, del plano que en otro lugar he llamado lógico-imaginario (8).

Ahora bien, en el relato de Andreuccio, la articulación “superficial” del discurso es mucho más rica y elaborada, ya que se trata de alta literatura en comparación con un cuento popular como el de “Battì caído desde el altillo”. Sin embargo, si adoptamos como longitud de onda el tema de la identidad/identificabilidad y al mismo tiempo nos acercamos desde un punto de vista creodico (lo que parecería implicar la comparación entre la narración real como plano lógico-real y el campo potencialmente necesario y potencialmente necesario de la narrabilidad como plano lógico-imaginario), no hay duda de que el relato del Decamerón resulta bastante obvio, como ya hemos señalado, y carece de rupturas, por así decirlo, catastróficas: se mueve y se articula (literariamente) dentro de una zona de expectativas bastante “normal”, la llamada zona de soporte del creodo. No se produce, es decir, un efecto de bifurcación (narrativa) en el plano lógico-real (al menos en la longitud de onda de la identidad/identificabilidad); no se produce un paso (catastrófico) hacia la llamada zona umbilical del creodo. Este paso se produce, en el caso en cuestión, con la pérdida o la puesta en duda de la identidad/identificabilidad entre “personajes” relacionados por parentesco, familiaridad, etc. (como en el caso del relato de Forno).

A pesar de esto, sin entrar en detalles, intentemos enfocarnos en el núcleo de similitud (como núcleo de condensación significativa) que nos sugiere relacionar el relato de “Battì caído desde el altillo” con la primera parte (o primer episodio) de la novela de Andreuccio.

En resumen, este acercamiento puede servir como un tema recurrente para la novela del Decamerón (en relación con su primera parte). Caer en el engaño de la hermosa siciliana de dudosa moralidad, que lo hizo creer que era su hermana (así como una dama noble y fiel a su esposo, etc.), lleva a Andreuccio a aceptar quedarse a cenar con ella y, dado que ahora es tarde (gracias a la astucia engañosa de la mujer), a pasar la noche en su casa debido a los peligros nocturnos de Nápoles. Y aquí está lo que sucede: “[…] ella, dejando a Andreuccio dormir en su habitación con un niño pequeño que le mostraría todo si necesitaba algo, se fue con sus doncellas a otra habitación. El calor era intenso; por lo tanto, Andreuccio, al verse solo, se quitó rápidamente la camisa y se puso la camisola, y se acostó en la cabecera de la cama; y, necesitando aliviar la presión en el estómago, preguntó al niño dónde podía hacer sus necesidades, y el niño le mostró una puerta en una esquina de la habitación y le dijo:”

– Entra allí. –

Andreuccio, al entrar, puso su una tabla que, desde el lado opuesto, estaba apoyada en una viga, y debido a esta circunstancia, la tabla se volcó, llevándoselo consigo hacia abajo. Por la gracia de Dios, no sufrió ningún daño en la caída, a pesar de caer desde cierta altura, pero se ensució completamente debido a la suciedad del lugar.

[…]

Así que, estando abajo en el pequeño patio, Andreuccio, lamentando su situación, comenzó a llamar al niño. Sin embargo, el niño, una vez que oyó la caída, corrió a decírselo a la mujer. Ella, corriendo a su habitación, rápidamente revisó si estaban sus ropas, y encontrando sus ropas y el dinero junto a ellas, no se preocupó más por él, cerró la puerta por la que él había salido cuando cayó”.

Entonces, a pesar de sus súplicas y de afirmar ser el hermano de Madonna Fiordaliso, Andreuccio ya no es “reconocido” ni por su “hermana” ni por ninguna otra persona de la casa:

“Andreuccio, al no obtener respuesta del niño, comenzó a llamar más fuerte, pero fue en vano. Entonces, sospechando lo que estaba sucediendo y dándose cuenta tarde del engaño, subió a un pequeño muro que separaba el patio de la calle y, desde allí, descendió a la calle. Llegó a la puerta de la casa, que reconoció perfectamente, y allí llamó en vano durante mucho tiempo, se quejó y golpeó la puerta con fuerza. Desesperado y con lágrimas en los ojos, comenzó a decir:

¡Ay de mí, en tan poco tiempo he perdido quinientos florines y una hermana! –

Y después de muchas otras palabras, volvió a golpear la puerta y a gritar. Lo hizo durante tanto tiempo que despertó a muchos de los vecinos cercanos que, incapaces de soportar la molestia, se levantaron. Una de las sirvientas de la mujer, aparentando estar medio dormida, se asomó por la ventana y, de manera proverbial, dijo:

¿Quién está golpeando abajo?

¡Oh! – dijo Andreuccio -, ¿no me reconoces? Soy Andreuccio, el hermano de Madonna Fiordaliso.

A lo que ella respondió:

Buen hombre, si has bebido demasiado (9), ve a dormir y vuelve por la mañana. No sé quién es Andreuccio ni de qué hablas. Vete si lo prefieres.

¿Cómo? – dijo Andreuccio -, ¿no sabes que soy yo? Seguramente lo sabes, pero si así son las relaciones familiares en Sicilia, que en tan poco tiempo se olvidan, al menos devuélveme mis ropas, que dejé aquí, y me iré con gusto. –

A lo que ella, casi riendo, respondió:

Buen hombre, parece que estás soñando -; y al decir esto, volvió a entrar y cerró la ventana. […].

En un nivel de generalización suficiente, es decir, lo suficiente como para relacionar el cuento de Forno con esta secuencia de la novela de Andreuccio, podemos formular el “motivo analógico” de conexión de la siguiente manera: “un pariente (o falso pariente, alguien a quien se hace creer que es un pariente) es expulsado repentinamente del espacio doméstico (o “familiar”, como se quiera llamar) mientras se prepara para realizar una necesidad corporal y ya no es reconocido por su familiar (o falso familiar)”.

En resumen, lo que resulta evidente en la comparación entre los dos relatos es, por un lado, lo que llamaría una catástrofe de identidad/identificabilidad que genera, además, una catástrofe de auto-identidad como efecto de segundo grado (el personaje de Battì incluso llega a poner en duda su propia auto-identidad/autoidentificabilidad); todo esto en ausencia de un juego de engaño (lo que parece hacer aún más “fuerte” la acumulación de efectos catastróficos, sucediéndose rápidamente, de identidad y auto-identidad). Por otro lado, lo que resulta evidente en la novela de Andreuccio en comparación con el cuento popular y la formulación anteriormente propuesta es el juego de engaño completamente consciente, que no determina una catástrofe de identidad ni de auto-identidad. La conciencia de la propia identidad/identificabilidad, así como la de los demás, permanece completamente intacta a lo largo del relato; es decir, el desarrollo creódico de los significantes no se sale, desde este punto de vista, de una zona predecible de alguna manera “normal”.

Similar al relato del Boccaccio es una historia registrada durante el siglo pasado en Montale Pistoiese (10), en la que la hermosa siciliana “hermana” de Andreuccio es reemplazada por “dos hermosas chicas”, en este caso “primas” del héroe, un joven llamado Paolino que viene (también como comerciante) a la feria del pueblo desde la cercana Perugia con el propósito de comprar un caballo. También aparece el personaje de la anciana, que en este caso sería la “tía” del ingenuo Paolino de Perugia. El desarrollo de la narración sigue de cerca, incluso en muchos detalles, el “curso de los acontecimientos” (por así decirlo) de la novela de Andreuccio: encontramos el motivo de la expulsión del espacio doméstico (-“familiar”) a través de la “bodola spalancata” del “licit”, de modo que el joven “cayó al medio del botín en el fondo del huerto, tan largo como él era”; luego encontramos el motivo del no reconocimiento por parte de los falsos parientes (11).

Dado que este cuento montalés parece ser, al menos en gran parte, una copia de la novela de Andreuccio, no nos dice nada nuevo en lo que respecta al problema de la identidad/identificabilidad en comparación con el cuento del Decamerón. Lo único que vale la pena destacar, quizás, es la “debilidad” de la relación falsa de parentesco (y – digamos – de falsa “alteridad”): lo que hace “estilísticamente” menos densos tanto el reconocimiento falso como el posterior no (más) reconocimiento del falso pariente.

Volviendo al cuento de Forno, cabe señalar, finalmente, que la duda sobre su propia identidad que experimenta el “protagonista” Battì sigue la duda, o más bien la “certeza”, sobre la extranjería del mismo protagonista que fue expresada inmediatamente antes, y muy probablemente de manera decidida y repetitiva, por el familiar (etc.) del protagonista-‘héroe’ del relato, en este caso un hermano. Parecería, por lo tanto, que estamos tratando con un mecanismo bastante general, en el que la hipoidentificación de uno mismo se desarrolla, lo que a menudo sucede, según un mecanismo dialógico: la hipoidentificación de uno mismo está sugerida o impuesta por un personaje en posición de alter. El alter no reconoce, ya sea involuntaria o voluntariamente, al personaje-‘héroe’, y este último comienza a dudar de su propia identidad. Estamos frente a un proceso que se configura como un tipo.

El mecanismo dialógico parece corresponder al “doble traspaso” que va desde la catástrofe de identidad/identificabilidad (la duda sobre la extrañeza del personaje-“héroe” expresada por su alter ego) hasta la llamada catástrofe de auto-identidad/auto-identificabilidad, que al final del relato afecta al ego del personaje-‘héroe’.

Es una cuestión doble que parece surgir (la segunda reaccionando de manera nomogenética sobre la primera) en el relato de Battì, quien cae desde la terraza y se aleja de la llamada normalidad lingüística y cultural de manera doble (con un doble efecto de diferencia, el segundo generado endogenéticamente por el primero y mucho más “potente” que el primero). Como vimos anteriormente, la primera cuestión se refiere a que alguien más, incluso un pariente cercano, afirma que yo no soy yo. Una segunda cuestión, más “fuerte”, surge cuando alguien (incluso un pariente) dice o podría decir que ya estoy en otro lugar: en este caso, en el espacio doméstico-familiar del yo, en lo que es el ‘sitio’ más ‘normal’, más común y/o codificado del yo en cuestión. Es en este punto y sobre esta base que se determina efectivamente la segunda, hiperbólica, desviación de la ‘normalidad’: si ya no soy yo desde el momento en que yo (o quien yo era) ya estoy en otro lugar, entonces ni siquiera yo sé quién soy.

En resumen, la desviación de la ‘normalidad’ del sitio que caracteriza o “debería” caracterizar al yo parece volverse crucial; es esta especie de desviación topológica de la ‘normalidad’, de la normalidad del sitio como forma de alteridad, lo que será capaz de desencadenar lo que es (o podría ser) la catástrofe de auto-identidad. Rendido ya, el pobre Battì concluye dirigiéndose a su hermano: “(…) ve a ver en la habitación. Si no están en la cama, entonces yo soy realmente Battì; si están en la cama, ¡entonces ni siquiera yo sé quién soy!”.

Este es el “fondo (doblemente) catastrófico” que, a lo largo del eje de la crisis de identidad/identificabilidad, interviene en el relato de Forno y que está completamente ausente en la novela de Andreuccio.

Sin entrar en este momento en una discusión más profunda sobre este tema, me limitaré a señalar cómo el mecanismo que he llamado dialógico de la doble catástrofe (etc.) se encuentra, en términos muy similares, en otro cuento popular de Massa, esta vez relacionado con un personaje muy conocido de la “épica de Massa” (12) y de una historia bastante reciente; se trataría de una broma jugada a Pe’ de Caldan de Borgo del Ponte (el apodo de Caldan es el sobrenombre de una de las familias de ese barrio, típicamente asociado a ese barrio). Así es como se habrían desarrollado los “hechos” (13):

“Un día, ciertos bromistas de Forno decidieron jugarle una broma a su amigo Pe’ de Caldan, que vivía en Borgo del Ponte. Cuando llegaron debajo de las ventanas de su casa, lo llamaron y le preguntaron si quería salir con ellos a dar un paseo. Pe’, muy contento, bajó corriendo las escaleras y preguntó a sus amigos: – ¿A dónde vamos hoy? – Uno de ellos le respondió: – Te llevaremos a una bodega y te haremos probar un vino tan bueno que te chuparás los bigotes. – Y así comenzaron a beber todos juntos, pero mientras los demás bebían una copa de vino, Pe’ bebía dos o tres y al final estaba borracho como una cuba.

Ya era de noche y esos bromistas, que ya tenían su plan preparado, sacaron una túnica de fraile de una bolsa y se la pusieron a Pe’, que dormía y roncaba como un lirón. Luego fueron al convento de los Frailes Capuchinos y lo abandonaron en el porche. Por la mañana, el primer fraile que bajó al patio encontró a este pobre Pe’ todavía dormido y corrió a llamar a los otros hermanos. Los frailes, después de observarlo bien, estaban seguros de que nunca lo habían visto antes. A Pe’, todavía medio dormido, le preguntaron:

¿Quién eres? ¿De qué convento vienes? ¿Qué haces aquí?

Entonces, Pe’ de Caldan respondió, rascándose la cabeza:

¡Pues no lo sé! Me parece que soy un fraile… Pero, para estar seguros, ¿saben lo que tienen que hacer? Vayan a mi casa, en el Ponte, y vean si Pe’ de Caldan está en casa. Si no está, significa que soy Pe’ de Caldan; si está en casa, entonces significa que soy un fraile… -.”

El disfraz, desde el punto de vista narratológico, es en cierto modo equivalente al no reconocimiento por parte de un alter (en este caso, los frailes que no reconocen a su compañero con el que nunca se han cruzado antes) y al no reconocimiento del yo por parte de sí mismo (Pe’ ya no sabe si él mismo es Pe’ de Caldan o un fraile). En otras palabras, el disfraz se encuentra en la frontera entre la catástrofe de identidad/identificabilidad -del yo por parte del alter- por un lado, y la catástrofe nomogenéticamente y cronológicamente (podríamos decir creodicamente) posterior, que implica una crisis de auto-identidad/auto-identificabilidad, por otro lado.

En este caso también, el tema del lugar (del espacio doméstico) como alteridad identificante es crucial; una perspectiva que arrojaría una nueva luz sobre la relación, ciertamente estrecha, entre el nombre propio, en cuanto que “expresa” la identidad/identificabilidad tendencialmente perfecta de un sujeto, y el lugar (en un sentido amplio), como entidad culturológica y fenómeno semiótico (16).


Notas

 (1) A. De Angeli, Astutos y tontos en la tradición oral de Forno, en “Le Apuane”, VIII, 15, mayo de 1988, pp. 89-90; luego en el libro Forno: imágenes y narrativa popular, editado por A. Cerboncini, Comune di Massa, Type Service 1991, pp. 52-54; (un trabajo de dudosa cientificidad que, en muchos aspectos, deja bastante perplejo; la recopilación de De Angeli -y de Cerboncini- parece ser filológicamente aproximada y, podríamos decir, “misteriosa”). (2) Un interesante ejemplo de “generación autónoma” de significados -a partir de un significante que se manifiesta marginalmente y/o casualmente- parece estar proporcionado por un cuento de los hermanos Grimm, La Sabia Elsa (n.º 34). En la mesa está el novio Gianni, y la madre envía a Elsa a la bodega a buscar cerveza. Esto es lo que sucede: “La sabia Elsa tomó la jarra de la pared, fue a la bodega y, en el camino, golpeó la tapa con fuerza para no aburrirse. Cuando llegó a la bodega, tomó un taburete y lo colocó frente al barril para no tener que agacharse, para que no le doliera la espalda ni le pasara nada malo. Luego colocó la jarra frente a ella y abrió el grifo, y mientras la cerveza fluía, para no dejar inactivos sus ojos, los levantó hacia la pared; miró hacia aquí y hacia allá hasta que, justo sobre su cabeza, vio un pico que los albañiles habían dejado allí por error. Entonces la sabia Elsa comenzó a llorar, diciendo: – Si Gianni y yo tenemos un hijo y cuando sea grande lo enviamos a la bodega, y allí tiene que tirar la cerveza, el pico le cae en la cabeza y lo mata -. Y se quedó allí llorando y gritando por la inminente desgracia. Arriba, esperaban la cerveza, pero la sabia Elsa nunca llegaba…”. La separación “libre” de la situación original, es decir, la reelaboración “autónoma” (en términos de potencialidades necesarias) de la misma, conlleva pausas/interrupciones en un cierto “entorno” de significado (el pico dejado por los albañiles), que a su vez podrían prolongarse hasta lo infinitesimal (o, mejor dicho, hasta lo “infinitesimal” como suma-combinación de infinito e infinitesimal). (3) Parecería tratarse, en muchos aspectos, de la típica pareja de tontos de muchos cuentos folclóricos. (4) Me refiero principalmente a las temáticas planteadas por el síndrome de Capgras y las síndromes afines o relacionadas con él (síndrome de Fregoli, síndrome de intermetamorfosis). Consulte a C. Maggini – G. Casu, La sindrome di Capgras. Illusione del sosia, en “Gnosis”, IV, 5, 1990, con la bibliografía citada. En cuanto al “tipo de doble” (campo de repetición/repetibilidad), remito a mi trabajo Ripetizione/ripetibilità vs. catastrofe nella sindrome di Capgras, en proceso de publicación. La temática del doble a menudo converge en la del sosias (y viceversa). (5) Consulte la nota 1. (6) Esta parte tendría la forma de un episodio “perfecto” que podría quedar bien cerrado en sí mismo, sin necesidad de más desarrollos. (7) Podemos hablar de un devenir metamórfico o de un “llegar a ser” morfogenético. Ambos puntos de vista convergen en lo que he llamado morfo-lógica, o lógica de las formas, como “universalidad dinámica” (proyectabilidad potencial y necesaria) de las formas entre lo lógico-real y lo lógico-imaginario. Consulte la nota 8. (8) Hipótesis sobre la no-finalización de la estructura y la construcción infinitesimal del yo, en Actas de la conferencia Local/global. Significante/significado (Turín, Castello del Valentino 17 de mayo de 1991), en “Linguistica e letteratura”, XV, 1990. (9) Se trata de un tópico que se repite constantemente, en mayor o menor medida, en cuentos de este tipo. (10) G. Nerucci, Sesenta novelas populares montañesas, Florencia, Le Monnier 1880, reeditado por Rizzoli en 1977, n.º XLV. Consulte también A. Gianandrea, Novelline e fiabe popolari marchigiane, en Biblioteca delle tradizioni popolari marchigiane, Jesi, Ruzzini 1878, n.º I (El mercader). Véase el comentario de V. Branca a Boccaccio, Decam. II 5 (3.ª edición, Turín, Einaudi 1992). (11) El tema del vino está fuertemente acentuado en el cuento montañés, mucho más que en el cuento de Andreuccio, del cual parece depender el primero. (12) Una especie de “épica” un tanto histriónica que en otros lugares he definido como carnavalesca: Cronache minuscole e rinvenimento dell’identità (per una semiotica del documento-verbale), en A. Borghini – G. Martini, Rifrazioni di storia a Mirteto di Massa, Massa-Carrara, Type Service 1991. (13) Forno: imágenes y narrativa popular, cit., p. 41. (14) En el cuento de Battì, al igual que en el de Andreuccio (y Paolino) de Perugia, interviene el motivo de la salida inadecuada del espacio doméstico-parental, de manera similar a los excrementos: el resultado es encontrarse junto a los excrementos, “mezclado” con ellos; algo que Boccaccio no deja de subrayar repetidamente. El ámbito de los excrementos parece ubicarse en la frontera entre el espacio doméstico y la expulsión de él, es decir, entre el reconocimiento (re)conocido y el error de reconocimiento. El “héroe” que es expulsado del espacio doméstico-parental de manera similar a los excrementos, que se encuentra en el mismo lugar todo ensuciado (véase en particular el cuento de Andreuccio y Paolino), de alguna manera no puede más que ser reconocido erróneamente. Desde una perspectiva narratológica, el engañoso disfraz realizado por los amigos de Pe’ de Caldan funciona de la misma manera. De hecho, el hecho de que el “héroe” aparezca todo ensuciado equivale a una especie de disfraz. (15) Un discurso sobre el problema de la llamada percepción categórica, también en relación con el disfraz (Pe’ de Caldan vestido de fraile es percibido categóricamente -como fraile- por los verdaderos frailes): es innecesario decir que la percepción categórica -la percepción de una individualidad como rol y/o tipo- requiere de procesos adicionales en dirección a la especificación (especificación que en su “totalidad” resultará inalcanzable). En cuanto al tema del hombre que, en estado de embriaguez, es disfrazado de religioso (de sacerdote) y que, al despertar, se cree transformado en religioso, consulte a E’. Ménard, en “Revue des traditions populaires”, 23, junio-julio de 1908, pp. 240 ss., n.º LXXXVII (Le marchand de cuillères en bois, Contes et légendes de la Haute Bretagne). De este cuento, recogido en las Cotes-du-Nord, nos interesa especialmente la primera parte: “Érase una vez […] un matrimonio tan poco unido que el hombre y la mujer se peleaban todos los días; el marido, vendedor de cucharas de madera, perezoso y borracho, trabajaba poco, bebía mucho, dejando a los taberneros las ganancias de su magro oficio. La esposa, desesperada, fue a ver al párroco de su pueblo y le confió sus penas conyugales; este, como buen pastor, prometió remediarlo. / Algunos días después, el párroco se dirigía a una comida en casa de uno de sus colegas y encontró a nuestro vendedor de cucharas de madera completamente borracho, tirado en el barro de la zanja y durmiendo profundamente; rápidamente, el cura se quitó la sotana y la vistió al borracho, quien al despertar se tocó, se examinó, reunió sus ideas y finalmente se convenció de que durante su sueño el Padre Eterno lo había transformado en sacerdote para reemplazar al cura de una parroquia cercana que había muerto hace algún tiempo. / Con esta convicción, se puso en marcha, bendiciendo a todos los que encontraba en su camino. Cuando llegó a la puerta de la rectoría […]”. El hombre se dirige así a un lugar apropiado para su nueva “identidad”. (16) La última parte de este artículo encuentra su continuación natural en un trabajo titulado Topo-logica dell’identità in un raccontino massese e altrove, en “Annuario della Biblioteca Civica di Massa”, 1989-90 (aprovecho esta oportunidad para señalar que una versión tiroleña de la “historia” de la “Sabia Elsa” -de la cual hablé en el trabajo citado anteriormente en relación a los hermanos Grimm- se puede encontrar en B. Dal Lago y E. Locher, Leggende e racconti del Trentino – Alto Adige, Roma, Newton Compton 1983, pp. 147-8, Die Kluge Else). Bibliografía esencial para las cuestiones teóricas tratadas en el texto (además de los trabajos ya citados) A.A.V.V., La teoría de las catástrofes, Milán, Angeli 1985, editado por P. Bisogno Actas del congreso Local/global. Significante/significado, Turín – Castello del Valentino 17 de mayo de 1991, en “Linguistica e letteratura”, XV, 1990, editado por A. Borghini

  1. Bogatyrëv – R. Jakobson, El folklore como forma de creación autónoma, en “Strumenti critici”, I, 3, 1967
  2. Borghini, Perspectivas “universales” de la identidad, ponencia presentada en el congreso sobre Funzione del narcisismo e struttura della personalità. Il ritorno a S. Freud di J. Lacan (Turín, 25-26 de octubre de 1991), editado por la Sede de Turín del Gruppo Italiano della Scuola Europea di Psicoanalisi, en “Thelema. La psicanalisi e i suoi intorni”, 5, 1994, pp.63 ss.
  3. Borghini, Perspectivas e hipótesis de una semiosis del creodo, en proceso de publicación
  4. Kant, Crítica de la razón pura, trad. it. Bari, Laterza 1959
  5. B. Mandelbrot, Objetos fractales, Turín, Einaudi 1987 Ch. S. Peirce, Semiótica, trad. it. Turín, Einaudi 1980
  6. Petitot-Cocorda, Identidad y catástrofes, en A.A.V.V., L’identità, trad. it. Palermo, Sellerio 1980, editado por Cl. Lévi-Strauss
  7. Petitot-Cocorda, Dificultades lógicas y filosóficas de la idea de tiempo, en A.A.V.V., Le frontiere del tempo, trad. it. Milán, Il Saggiatore 1981, editado por R. Romano
  8. Petitot-Cocorda, Morfogénesis del sentido, trad. it. Milán, Bompiani 1980
  9. Thom, Modelos matemáticos de la morfogénesis, París, Union générale d’éditions 1974
  10. Thom, Estabilidad estructural y morfogénesis, trad. it. Turín, Einaudi 1980
  11. Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, trad. it. Turín, Einaudi 1980 Zenón de Elea, en I Presocráticos. Testimonios y fragmentos (Diels-Kranz), trad. it. Roma-Bari, Laterza 1983, vol. I (29)

Alberto Borghini